Siempre me han dicho que la universitaria es la mejor época de la vida de una persona. Esa en la que tienes la edad suficiente para ir de fiesta sin que te pidan carnet, pero también eres medianamente responsable como para saber que futuro te deparará.
Para ser sincera nunca aposté por ello. Nunca tuve la perspectiva universitaria que todo el mundo pregona. Vivía tan aferrada a los buenos años que pasé en el cole y en el instituto, que pensaba que bien pudiera ocurrir un milagro, que la universidad no sería para tanto. Y como siempre, me equivoqué.
Hoy estoy sentada enfrente del ordenador, con los ojos llenos de lágrimas, después de haber tenido un reencuentro y una despedida a partes iguales. Reencuentro con ese grupo de amigos que hice desde los primeros días del 2011, en la clase de 1º de educación social de la universidad de las palmas. Un grupo variopinto donde los haya, pero con ganas de disfrutar todo lo que se presente por delante. Despedida por partida doble, a esos dos enamorados que ya nos dijeron adiós desde el año pasado, y a esas dos locas que se embarcan en la verdadera aventura universitaria.
A estas últimas va dedicado esto.
Todavía no se han ido. Ahora mismo están en el barco hacia Tenerife, con una mezcla de emociones tan grande como la mía. Les queda poquito. Una maleta llena de abrigos e ilusiones.
No hay nadie en este mundo que pueda aprovechar este viaje como ustedes, que saben sacarle partido a cada experiencia, a cada cartel que ven colgado, a cada persona que pase por la calle. Y eso es lo que me alegra. Que muchos polacos van a tener la oportunidad de conocer de cerca la positividad y las ganas de ser infinitamente feliz de Gaudy, las locuras y el desparpajo de mi widadyu.
No sé como decirles lo que las voy a echar de menos. Miles de mensajes de facebook, videollamadas por skype e incluso una entrada en mi blog parece no ser suficiente.
Nunca he tenido tantas ganas de que venga el invierno. Febrero se va acercando.
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